Carne Trémula




Estamos tan identificados con la personalidad. Con el cuerpo, los deseos, el éxito, el placer. Tan apegados a las personas queridas, o al trabajo, la fama, el dinero... que aún no hemos aceptado ni siquiera la hipótesis de que esa esencia, el alma, realmente existe.

Aprender a experimentar el alma implica aceptar que debemos experimentar primero el paso por la noche oscura, la noche de la crisis, del vacío, de la renuncia. Esa noche nos consume, y resulta esencial comprender que consumirse lejos de ser terrible, es lo mejor que nos puede pasar. 




Nos consumimos cuando permitimos que arda el fuego interior. Es por temor a ese fuego que nos pasamos media vida huyendo de él, pensando que las crisis, el dolor, el sufrimiento, la enfermedad y la muerte son negativas y que es necesario atacarlas.

También tenemos una connotación negativa de la sombra, es decir desconocemos que es a través de la noche oscura del alma como se revela la luz. Sin embargo la vida es un proceso de transmutación cuya alquimia es posible gracias al fuego interior que eleva lo denso a lo sutil, que aclara, desnuda, transparenta e ilumina revelando detrás de la materia y la apariencia la esencia.




¿Cómo encender la antorcha interiormente? Esa es la pregunta crítica ya que cuando el fuego arde el tiempo suficiente se ilumina el camino. Toda la creación avanza hacia la unión. Ese fuego interior que quema lo no esencial es el catalizador más poderoso para la unión.

El fuego arde cada vez que un hombre se orienta hacia lo verdadero, lo bueno, o lo bello. Cada vez que se identifica con una causa noble, cada vez que reconoce que su vida aunque imperfecta es sagrada.

Desde la serena actitud observarse con perspectiva; si necesitamos homeopatía, Lo inferior no puede, no debe, predominar. La vida es demasiado bella para perderla viviendo un sucedáneo. 

Que el miedo a nuestra propia sombra no nos mantenga alejados de nuestra luz. 



Profundicemos; integremos... 


Namaste