Volver



"Salud, ¡oh maestro de brahmines!" –dijo Onesikritos, una vez que halló a Dandamis en su retiro del bosque-. "El hijo del gran dios Zeus, Alejandro, Señor Soberano de todos los hombres, desea que vayáis a su lado, y si acudís os colmará de regalos, pero si rehusáis, ¡os cortará la cabeza!"- El yogui recibió esta compulsiva invitación en absoluta calma, sin siquiera levantar la cabeza de su lecho de hierba.
"Yo soy también hijo de Zeus, si Alejandro es tal – comentó-. "No deseo nada de lo que posee Alejandro, pues estoy contento con lo que tengo, en tanto que a él lo veo errante con sus hombres, a través de los mares y las tierras, y sin ningún beneficio; y jamás pone término a sus viajes.""Id y decid a Alejandro que Dios, el Supremo Rey, jamás es el Autor de errores insolentes, sino el Creador de la luz, de la paz, de la vida, del agua, del cuerpo y el alma del hombre; Él recibe a todos los hombres cuando éstos se liberan a la llegada de la muerte, no estando ya sujetos a ningún mal. Él es el único Dios a quien reverencio, que aborrece el asesinato y que jamás instiga las guerras.""Alejandro no es ningún dios, ya que debe morir" –continuó el sabio con serena ironía-. "¿Cómo puede ser él el amo del mundo, sino ha conseguido instalarse en el trono universal del dominio interior? Ni ha entrado vivo todavía en el Hades, ni conoce el curso del sol a través de las regiones de la Tierra, la mayoría de cuyas naciones ni siquiera han oído su nombre."


Después de este castigo, sin duda el más cáustico que jamás fuera enviado a los oídos del Seños Soberano de todos los hombres, el sabio añadió irónicamente: " Si los actuales dominios de Alejandro no bastan para satisfacer sus deseos, dejadle cruzar el río Ganges; ahí encontrará una región capaz de proporcionar sustento a todos sus hombres. Lo que Alejandro me ofrece y los regalos que me promete son para mí cosas por entero inútiles; las cosas que yo aprecio y encuentro de verdadera utilidad y valor son estos árboles, que me dan cobijo; estas plantas en floración, que me proporcionan el diario sustento, y el agua, que es mi bebida. Las demás posesiones, que suelen amasarse con enorme cuidado y ansiedad, siempre demuestran ser ruinosas para quienes las reúnen y sólo causan pena y vejaciones, que aquejan a los seres no iluminados. Por lo que a mí respecta, me tiendo sobre las hojas del bosque y, no teniendo nada que guardar ni vigilar, cierro mis ojos en tranquilo sueño; si algo tuviera que custodiar, mi apacible sueño se desvanecería. La tierra me lo proporciona todo, lo mismo que la madre alimenta a su pequeño. Voy adonde quiero y no vivo agobiado por preocupaciones materiales. De cortar Alejandro mi cabeza, no podría, empero, destruir mi alma. Mi cabeza, silenciosa, así como entonces el resto del cuerpo, como un vestido roto caerá, sobre la tierra, de la cual sus elementos fueron tomados. (...) Así, pues, dejad que Alejandro aterrorice con sus amenazas aquellos que ambicionan riquezas y que temen a la muerte, ya que para nosotros ambas armas son igualmente inofensivas. Id y decid esto a Alejandro: Dandamis no tiene necesidad de nada que sea vuestro y, por lo tanto, no vendrá a vuestro lado; y si algo deseáis de Dandamis, entonces id a buscarle ... ... Alejandro recibió el mensaje, que escuchó con concentrada atención y experimentó más deseos que nunca de ver a Dandamis, quien, aunque viejo y semidesnudo, representaba el único antagonista en quien él, conquistador de tantos pueblos, había encontrado la horma de su zapato.

El vuelo




Estoy viva como fruta madura dueña ya de inviernos y veranos, 
abuela de los pájaros, 
tejedora del viento navegante...





No se ha educado aún mi corazón y, niña, tiemblo en los atardeceres, me deslumbran el verde, las marimbas y el ruido de la lluvia hermanándose con mi húmedo vientre, cuando todo es más suave y luminoso. Crezco y no aprendo a crecer, no me desilusiono, ni me vuelvo mujer envuelta en velos, descreída de todo, lamentando su suerte. No. 





Con cada día, se me nacen los ojos del asombro, de la tierra parida, el canto de los pueblos, los brazos del obrero construyendo, la mujer vendedora con su ramo de hijos, los chavales alegres marchando hacia el colegio.







Sí. Es verdad que a ratos estoy triste y salgo a los caminos, suelta como mi pelo, y lloro por las cosas más dulces y más tiernas y atesoro recuerdos brotando entre mis huesos y soy una infinita espiral que se retuerce entre lunas y soles, avanzando en los días, desenrollando el tiempo con miedo o desparpajo, desenvainando estrellas para subir más alto, más arriba, dándole caza al aire, gozándome en el ser que me sustenta, en la eterna marea de flujos y reflujos que mueve el universo y que impulsa los giros redondos de la tierra. Soy la mujer que piensa. Algún día mis ojos encenderán luciérnagas.









...



Tú. Y Yo.

                                         ...  

¿Cómo hacerte saber que siempre hay tiempo?




                                        ...  

Que no está prohibido amar...
     Que también se puede odiar...

Que la agresión porque sí, hiere mucho...
     Que las heridas se cierran...

Que las puertas no deben cerrarse...
     Que la mayor puerta es el afecto...

Que los afectos, nos definen...
     Que definirse no es remar contra la corriente...

Que no cuanto más fuerte se hace el trazo, más se dibuja...
     Que negar palabras, es abrir distancias...

Que encontrarse es muy hermoso...
     Que el sexo forma parte de lo hermoso de la vida...

Que la vida parte del sexo...
     Que el por qué de los niños, tiene su por qué...

Que querer saber de alguien, no es sólo curiosidad...
     Que saber todo de todos, es curiosidad malsana...

Que nunca está de más agradecer...
     Que autodeterminación no es hacer las cosas solo...





















Que nadie quiere estar solo...
       Que para no estar solo hay que dar...

Que para dar, debemos recibir antes...
       Que para que nos den también hay que saber pedir...





Desde los afectos... Mario Benedetti.
Primera Foto de Juan Pérez Escribano.