Algo como lo que esperar


Un día que visitaba una mina semiabandonada, un esclavo cuya larga vida había transcurrido casi por completo en los corredores subterráneos, se lanzó sobre mí armado de un cuchillo. Muy lógicamente, se vengaba en el emperador de sus cuarenta y tres años de servidumbre. Lo desarmé fácilmente, y lo entregé a mi médico; su furor se calmó, y acabó convirtiéndose en lo que verdaderamente era: un ser no menos sensato que los demás, y más fiel que muchos. Aquel culpable, que la ley salvajemente aplicada hubiera mandado ejecutar de inmediato, se convirtió para mí en un servidor útil.




Casi todos los hombres se parecen a ese esclavo, viven demasiado sometidos, y sus largos períodos de embotamiento se ven interrumpidos por sublevaciones tan brutales como inútiles. 
Quería yo ver si una libertad bien entendida no sacaría mejor partido de ellos, y me asombra que una experiencia semejante no haya tentado a más príncipes. 

Un buen día Atlas deja de sostener el peso del cielo y su rebelión conmueve la tierra

Memorias de Adriano. Marguerite Yourcenar

2 comentarios:

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