Nos desvelamos pensando en su futuro de nuestros hijos, de nuestros nietos, en lo que será más idóneo para su crecimiento, su madurez, su desarrollo físico y mental.
Si estamos demasiado pendientes, quizá atrofiemos su personalidad.
Si mantenemos una actitud demasiado rígida y planteamos normas estrictas que eduquen y contengan, podemos encontrarnos con su resistencia, que es interior, y que, antes o después, puede convertirse en rebelíón abierta.
Cada uno es individual, una persona, y lo que funciona en unos como motivo de estímulo y crecimiento sano, no sirve para otros.
Los estímulos actúan de modo diferenciado. Por mucho que los padres intenten frenar o dirigir, imponer, consentir o conseguir, nada nos garantiza que estemos haciendo lo correcto.
Tal vez el único criterio sea el de la atención, el respeto, y el cariño en el trato: el observarle, confiar en él y apoyarle sin imposiciones y sin demasiados miedos.
Que aprendan desde el principio que somos humanos y no dioses y que podemos equivocarnos...
Saber que su inteligencia y su capacidad de comprensión es mucho mayor de lo que creemos.
Todo influirá en ellos y todo lo atrapan, son receptores activos de ideas y conceptos.
Saber que deben ver nuestros errores y nuestros aciertos, y sobre todo comprender, que siempre sienten nuestro amor; aunque no lo comprendan.
Lourdes Hortiz. Revista Mujer Hoy.